viernes, 27 de enero de 2012

Canaima

El paraiso perdido

He dedicado mi vida al turismo y esto me ha dado la oportunidad de viajar durante los últimos 40 años.
Pero fue hasta  el año 2004 que conocí Canaima, y hasta ahora no hay lugar que me haya atrapado tanto como este paraíso perdido.

La gente de los distintos campamentos, super amables (nosotros fuimos al Ucaima, palabra de origen Pemón que significa Lo que Atrae) se acercan para acompañarte a los camioncitos que realizarán los traslados, semi cubiertos y de doble tracción, arremeten contra el sendero de tierra, totalmente desnivelado por las lluvias, hasta alcanzar como primera parada un mirador, ubicado en la Central Hidroeléctrica.

Los guías nos indican que en media hora partiremos a nuestra primer expedición, Salto El Sapo, Sapito, la isla Anatoly y  el Salto Hacha.

Con zapatos cómodos, que volverán empapados, traje de baño, gorra, repelente y muchas ganas, salimos en curiara navegando el Río Carrao hasta las proximidades del Salto El Sapo, luego atravesamos la isla de Anatoly, hasta encontrarnos en una playita que se recostaba en un extremo de la Laguna de Canaima.

Fue en ese momento que los guías nos señalaron la cortina de agua del Salto Hacha y con una sonrisa nos  dijeron que caminaríamos por detrás de la misma, una experiencia fantástica, caminar por un túnel de rocas y aguas tumultuosas, en medio de aquel sonido estremecedor, repetido por los ecos sin fin.

Emparamados y felices por esta primer experiencia en los caudalosos ríos de Canaima, regresamos al campamento, donde nos esperaba un reparador y exquisito chocolate caliente.

La cena fue testigo de las anécdotas de aquel día, y el bar nos invitó a seguir unas horas más, con una música relajante, al principio  y unas salsas que sirvieron para despedir la noche.

La comodidad de las habitaciones nos cobijáron hasta la madrugada, cuando en aquel silencio inimaginable, incomprensible para los que vivimos en ciudades, fue roto por el motor de una curiara que partía en expedición.


Antes de desayunar, descubrimos el mirador, un espacio para la contemplación, desde donde ver un amanecer es reconciliarse con la vida.

En la cara de todos se asomaba la ansiedad por este nuevo día, no era para menos, llegaríamos a la base de el Salto Angel, la caída de agua más alta del mundo.

El trayecto no podía ser más increíble, luego de una corta navegación hasta Mayupa, y media hora de caminata, para evitar los rápidos del mismo nombre, navegamos el río Carrao topándonos con el  Auyantepuy….un macizo colosal de 700 km2 de extensión.

Hicimos un alto en el Pozo de la Felicidad, para bañarnos en sus heladas aguas, impregnadas de tanino, elemento que les da ese espectacular color rojizo/ocre.

Seguimos remontando el Carrao hasta su unión con el río Churun , el cambio de río cambió también la navegación, por tener este más rápidos que sortear y por la estrechez en la distancia entre sus márgenes, ya que el Churun tiene a ambos lados de su cauce el imponente Auyantepuy.

Finalmente llegamos a destino, el campamento Ucaima II, un lugar privilegiado, sentados en sus orillas veíamos el salto El Angel.

Luego de instalarnos en las habitaciones, adaptadas al lugar, cruzamos el Churun para iniciar el ascenso a pie al mirador de el salto El Angel, nos llevó hora y tanto de senderos llenos de raíces de árboles centenarios, para alcanzar aquella roca que nos serviría de platea para observar una de las maravillas del mundo.

Enmudecimos, quedamos extasiados, no hay forma de describir aquello……hay que verlo, hay que sentirlo…
Recuperado el aliento que nos quito ese imponente capricho de la naturaleza, bajamos en búsqueda de sus aguas, que luego de golpear las rocas en su caída , se transforman en cascadas que alimentan un pozo, que por su ubicación, bañarse se convierte en algo mágico.


Ya las sombras de la tarde nos señalaban el camino de regreso, el cual se antojo lluvioso para el deleite de quienes amamos ese olor tan particular de vegetación húmeda, de vegetación mojada.

Como suele suceder, se nos hizo más corto, cada quien inmerso en su mundo, algunos entendiendo lo pequeño que es el hombre ante el despliegue sin cuartel que en estos parajes se permite la naturaleza.


El baño en las orillas del Churun nos despejo las mentes, nos devolvió a la realidad, nos sacudió los cuerpos, mientras que la pertinaz lluvia seguía sobre nosotros.

Cenamos en los pocos momentos que nuestras bocas dejaban de comentar lo maravilloso del paseo, las palabras se agolpaban por salir, todos teníamos tanto que contar, tanto que compartir.

Las nubes decretaron una tregua al terminar la cena, permitiéndonos  sentarnos en las orillas del río, el silencio lo invadía todo, la oscuridad se adueño del lugar y allí en medio de la nada nos quedamos recordando, hasta que la tregua fue rota por  estruendosos truenos y  relámpagos………..que  nos regalaron una visión única …..el salto El Angel iluminado por su luz………………..



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